El Motín de Esquilache ocurrió en marzo de 1766, bajo el reinado de Carlos III. Básicamente fue la consecuencia del creciente descontento en Madrid a causa de la subida de los precios del pan y de otros productos de primera necesidad, y el detonante para que estallara el conflicto fueron las medidas relativas a ciertas prendas de vestir promulgadas por Leopoldo de Gregorio, Marqués de Esquilache, un napolitano favorecido por Carlos III.
(El Marqués de Esquilache)
Lo que pretendía Esquilache era sustituir las capas largas y los sombreros de ala ancha usados por los madrileños por capas cortas y sombreros de tres picos, en un intento de europeizar y modernizar España. Alegaba que las capas largas facilitaban el ocultamiento de las armas y los grandes sombreros eran una salvaguardia para los delincuentes, porque podían ocultar el rostro. Concebidas como una medida de seguridad pública, estas disposiciones en un principio no llamaron mucho la atención de la población, preocupada como estaba por otros problemas más acuciantes, como el aumento de los precios del pan, el aceite, el carbón y la carne seca, causado en parte por la liberalización del comercio del grano. Además, en un primer momento, las medidas relativas a la vestimenta sólo se aplicaron a la Casa Real y a su personal. Bajo amenaza de arresto, los funcionarios reales acataron la orden masivamente y sin protestar. Posteriormente, Esquilache la hizo extensiva a la población general pese a ser advertido por el Consejo de Castilla de que la prohibición de las capas y los sombreros causaría el descontento general entre la población. Esquilache siguió adelante con las medidas y el 10 de marzo de 1766 aparecieron en Madrid carteles prohibiendo el uso de estas prendas. La reacción popular fue inmediata: los carteles fueron arrancados de las paredes y las autoridades locales sufrieron ataques por parte de la población.
ALGUNAS CONSECUENCIAS:
Vuelta al paternalismo en los abastos
El abasto y el consumo alimentario en Madrid fueron, en lo sucesivo, vigilados especialmente a través de las instituciones tradicionales y sin las veleidades liberalizadoras de los decretos de libre comercio, respondiendo anticíclicamente a los periodos de escasez y carestía. En el vértice del aparato institucional estaba el Consejo de Castilla y la Sala de Alcaldes de Casa y Corte, mientras que la base descansaba en los alguaciles, la red de repesos y los minoristas (tablajeros, panaderos); entre vértice y base se encontraban agentes intermedios y verdaderos grupos de presión
La moda y el casticismo
Suavemente, y con el consenso de la atemorizada sociedad madrileña, las capas y chambergos desaparecieron, curiosamente, para pasar a identificarse con la vestimenta del verdugo, a quien nadie quería recordar. El traje de las capas populares pasó a ser identificado con el de un personaje de sainete: el manolo, que los aristócratas imitaban por casticismo, como las diversiones populares (flamenco y toros); una promiscuidad estética que en otras cortes europeas hubiera sido inimaginable, y que, de hecho, funcionó como factor de cohesión y freno a los cambios sociales. En el siglo XIX se identificó como moda española la denominada capa española.
Ana F 4B
Hola Ana
ResponderEliminarEs muy interesante este texto sobre el motín de Esquilache.
Un saludo